7 de enero de 2010

Parteaguas/Introspección

Llevaba días aplazando el momento de volver a escribir porque después de una transición importante en mi vida y de unas merecidas vacaciones que representaron la frontera entre mi estado de libre elección: de empleada a desempleada, simplemente no había sentido la motivación suficiente para hacerlo. Y las razones: la tristeza que surge después del cierre de un ciclo significativo, el término de mi viaje familiar y sensaciones repentinas de pérdida e incertidumbre.

Ahora que las escuelas y los trabajos retomaron actividades, me quedé en una especie de limbo en el que no tengo que llegar a ningún lugar a cierta hora, ni estar a la espera de una petición de algún superior (de acuerdo con la escala jerárquica laboral). Todos mis días son diferentes y las actividades de cada uno de ellos dependen de mis necesidades, estados de ánimo y preferencias.

Sostengo que he tenido el valor y también el lujo de tomar un periodo de reflexión para definir hacia dónde quiero llegar; conocer el rumbo que quiero tomar cuando decida volver a caminar. No deseaba -me aterraba- que la inercia del trabajo, la rutina y el transcurso de los años me llevaran a destinos de los cuales no pudiera tener la certeza de haber querido llegar a ellos. Deseaba un cambio ‘radical’ por su naturaleza definitiva, cuyo efecto inevitable me guiara a una puerta que condujera hacia nuevas ideas, oportunidades y posibilidades, así como a espacios en los que, por fin, he podido ‘enmendar’ mi descuido: hacer ejercicio, retomar amistades y realizar todo aquello que, por error, creemos que no es indispensable, como arreglar cosas (cajones, ropa, libros), ya que esta actividad contribuye a alcanzar mayor tranquilidad interior y orden mental, debido a que depositamos cargas emocionales en nuestros objetos. Quiero un viaje ligero en el que primero debo desprenderme de cosas, personas, fantasmas, lugares, situaciones, costumbres y, por más difícil que parezca, modos de pensar.

Lo cierto es que ahora puedo identificar mi experiencia con claridad, tanto como para compartirla: hice modificaciones radicales en mi vida, debido a una revolución interna (o crisis) ocasionada por la ira contenida que comenzó a manifestarse para reclamar el descuido de mi mundo espiritual y emocional, el descuido físico y la represión de mi propia voz interna.

-La imagen es un autorretrato de Frida Kahlo, quien afirmó que el tranvía y Diego Rivera fueron sus dos accientes más grandes en la vida... "Quizás hago de mis límites mentales la naturaleza del mundo" (autor desaparecido), pero creo que no todos tienen la fortuna de vivir un acciente de tal magnitud como Diego para Frida. Ella se corta el pelo para marcar una transición en su vida. Me gusta como metáfora.

2 comentarios:

María Teresa Hernández Reyes dijo...

Me da gusto cómo piensas... por ejemplo, las preocupaciones por las pequeñas cosas que, como bien dices, a veces olvidamos y dejamos de valorar. Se te extraña; mucho. Te mando besos.

Georgina Espinosa Gaubeca dijo...

Gracias Tere, yo también los extraño mucho!! Un beso.