19 de diciembre de 2011

Fuera de Satán


Fuera de Satán, de Bruno Dumont (2011)

No dejaré de escribir...

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El cine de Bruno Dumont es contemplativo y filosófico. No esperen encontrar una película cuya estructura y trama se ordenen con cierta coherencia para “contarte una historia”. Este filme se construye con sensaciones, a través de imágenes crudas, que exigen al espectador un esfuerzo reflexivo.

Dumont retrata lo cotidiano con recursos que le permiten apegarse a lo orgánico. El sonido proviene del ambiente rural de Francia, no hay música; los diálogos son casi nulos; la iluminación es natural; y los protagonistas distan de tener un físico con atractivo artificial, pues al cineasta le gusta trabajar con personas que no tienen formación actoral y cuyo aspecto es más silvestre. Por ello, su cine toca el Realismo y, al mismo tiempo, el Avant-garde.
En Fuera de Satán, se muestra a un vagabundo que se dedica a caminar por un poblado del norte de Francia. Su misión es erradicar el mal que ronda en las praderas. Su papel es el de un salvador, observador y velador de los habitantes. Los personajes viven inmersos en su localidad, un tanto aislados e introspectivos. En su mayoría, los paisajes se presentan despoblados, con los recursos habituales del director: planos muy abiertos y largos, pero también close-ups del cuerpo humano o de acciones cotidianas que apelan a los sentidos, como el movimiento del café dentro de una taza o los dedos que recogen las migajas de pan sobre la mesa. Las imágenes construyen una poesía visual y un viaje interior.
La naturaleza es protagónica, al igual que el hombre, que aparece casi siempre al centro de la pantalla, rodeado de paisajes que parecen los de las pinturas del Romanticismo. Elementos como el fuego, el viento, el mar y las plantas toman un papel importante en la película, porque reflejan el interior de los personajes, como si la naturaleza permitiera exponerlo con sus características más primitivas. Así, Dumont desnuda al ser humano, lo presenta violento, pasional, instintivo, sexual, emotivo y cruel. Algunas escenas pueden resultar aberrantes e incómodas por la cantidad de realismo en la manera de mostrar lo más salvaje de su ser, como los actos sexuales explícitos y los golpes secos que toman por sorpresa al espectador. Sin embargo, el director utiliza la violencia y la sexualidad para abordar temas complejos y, también, como una vía espiritual y de trascendencia. Son evidentes las referencias religiosas, los tintes cristianos. Es por ello que abunda lo místico, las “pruebas de fe” y los milagros. En este sentido, la película rinde homenaje a Ordet (Carl Theodor Dreyer, 1955).
Encontrarán que, repentinamente, Dumont introduce acciones “insólitas” o absurdas dentro de lo cotidiano, lo cual produce un efecto extraño en el espectador, como el que toda la sala se ría en los momentos más dramáticos.
En conclusión, el filme podrá mover tus emociones o simplemente arrullarte en la butaca, todo depende de la disposición que tengas para apreciar este tipo de cine, en el cual, a pesar de que las imágenes son hermosas en sí mismas, hay una sensación de lentitud en la que parece que “no pasa nada”. En esta película, más que pensar, hay que sentir. Hay que percibir que detrás de una simple caminata por las montañas, existe una fuerza mayor que rige todo el sentido del filme.