27 de septiembre de 2009

La sangre brota


Ayer fui al cine... Y me quedé dormida (no por la película, sino porque estaba muy cansada). Sólo vi el principio y el final, pero escuchar lo demás me bastó para imaginar la trama entre sueños. Estoy segura que tengo una visión distorsionada de la historia, y eso me gusta, como si yo hubiera construido mi propia película: La sangre brota es un viaje hacia el dolor humano. Presenta a una familia desintegrada, una familia a la que no se le puede llamar familia sino individuos que coexisten en un mismo espacio, pero no en un mismo plano (o viceversa). El papá es un taxista neurótico, quien escucha discos de relajación. Su mirada es tan dura que podrías imaginarlo en un ataque nervioso en medio del tráfico o con un arma bajo el asiento. Él quiere enviarle dinero a su hijo Ramiro, quien vive en Estados Unidos, sin embargo, Leandro, su hijo más pequeño, es quien vive más lejos, habita el submundo de las drogas. Camina entre la gente sin mirar a su alrededor, es un fantasma que sólo sobrevive y se mueve por el impulso de las necesidades físicas. Es un muerto en vida, muy pálido, ojeroso. Se encuentra a una chica que reparte volantes en la calle, una chica que recorre la ciudad, que exhibe su cuerpo y que tal vez no tiene a nadie. Ella y Leandro hacen una extraña conexión como si con solo mirarse supieran que comparten algo que los une. Se conocen sin intercambiar palabras, sólo se topan. Su novia se siente muy celosa, porque sabe que hay algo en la chica de la calle que ella no tiene ni tendrá, algo que le despierta curiosidad a él. Después me quedé dormida y saqué a los demás personajes de la historia, imaginé muchos encuentros entre ella y Leandro, muchas citas urbanas en parques, banquetas, callejones. La película es tan dura que, dormida, yo quise agregarle las escenas que a mí me gustaría interpretar si mi vida fuera un film (a veces pienso que lo es). Desperté cuando el papá libera su enojo reprimido y golpea a Leandro con tal fuerza que parece que va a matarlo. Metafóricamente sí lo mata, como si su hijo fuera una extensión o proyección de su lado más oscuro, o la evidencia viviente de sus errores y de una familia enferma. Leandro busca refugio en una mujer, sólo en una, quien, para mi sorpresa, no es la chica de los volantes. Tal vez ella era demasiado efímera e ilusoria, tal vez ella no podía ser un refugio para nadie porque estaba igual de vacía –y sangrada– que él.


Volveré a ver la película y todo será diferente.

2 comentarios:

Dudo dijo...

Siempre es diferente, volveré a ver otra vez varias películas.

Georgina Espinosa Gaubeca dijo...

Muy cierto, cada vez es diferente. Una misma película puede 'leerse' de muchas maneras, desde varios ángulos.

Saludos