7 de marzo de 2009

Viaje redondo

Los aviones son cápsulas del tiempo que nos transportan a lugares insospechados y ajenos. En tan sólo cuatro horas ya estaba fuera de mi vida cotidiana. De ida, un capitán de la aerolínea de Mexicana se sentó a mi lado, iba en busca de una pieza para su colección de coches antiguos. Me habló sobre las chispas moradas que sólo un piloto puede ver desde la cabina cuando la carga eléctrica del avión se acumula, me platicó sobre su familia, yo le hablé de mí y luego procedimos a las preguntas-respuestas con el afán de tranquilizar mis nervios (me he vuelto miedosa). Me explicó lo que siempre quise saber: cuál es la cantidad obligatoria de gasolina (que no es gasolina) con la que deben viajar, la clasificación de las nubes por colores, el joystick que sustituyó al volante y hasta el huevo en polvo del desayuno. De regreso, A Letter to my Daughter, el libro que mi tía me envió de Canadá con una hermosa dedicatoria: "to Geor my god daughter and the closest to the daugther I never had", y del que por ahora recuerdo una idea que me cae a la medida: cambia lo que no te gusta. Lo que quiero es más de lo que me gusta, quiero conocer nuevas maneras de pensar y de vivir. Regresé diferente.

PD. Habrá que dedicar un post completo para lo que aquí faltó entre la ida y el regreso.

Foto: mi compañero de vuelo.

2 comentarios:

Eidrian Araiz dijo...

A veces los ciclos o los momentos de filosofar con uno mismo (así les llamo a mis momentos de pensar que quiero, que hago, que quiero, etc) veo que estas en momentos de transición de una nueva Gina. Es bueno cambiar las cosas que no nos gustan, es bueno evolucionar siempre que esta evolución no nos haga perder la esencia de lo que somos por nuestra misma naturaleza. Excelentes como siempre y todo un placer leerte Saludotes y un abrazo :)

Georgina Espinosa Gaubeca dijo...

Gracias y un abrazo!