Sentí el impulso de cortarme el pelo. Lo sabía desde que salí de la oficina con las tijeras en la mano. Las llaves y las tijeras. Una escala para tomar dos cubas con Tatiana y regresar a casa al espejo del baño y dejar caer los pelos enredados y semi húmedos al abismo. Unos tocaban el lavabo y otros llegaban hasta el suelo. Con cada mechón que soltaba, se iba un peso de los hombros. Al fin descubrí la cara cubierta de descuido. Terminado el ritual, me gusté mucho y, a pesar de la hora, tuve un poco de energía para cubrir de rojo uña por uña. No hay ocasión especial programada, sólo la luz artificial de la oficina y una junta de trabajo donde esperarán a quien jamás regresará, de lo contrario habría que buscarla en la coladera por la que se escurrió junto con sus pelos largos y opacos.
4 comentarios:
No hay nada tan liberador como una purificación capilar. Muchos saludos, después de un rato de no leerte.
Soy otra jaja. Más libre tal vez, aunque sólo haya sido un corte de pelo, que no fue un corte de pelo. Saludos y por aquí andamos.
Pues aguas que ahora suena como que te vas hacer un tatuaje!!! Y eso de cortrase el pelo borracha, buen material para un cuento, ¿pero como no publicaste fotos Georgina?
Para que veas lo que hace el alcohol. Las fotos pronto, ya que crezca el pelo jaja.
Saludos.
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