Ayer fui a ver Import/Export pero me salí del cine. Jamás lo hago, porque la curiosidad de saber en qué termina una historia siempre me mantiene ahí sentada aunque la película no me guste tanto. Pero ayer me salí porque se veía muy mal y también se escuchaba pésimo. El Cinemanía sí apesta, aunque no tuve queja con Vals con Bishir. La película no me enganchó, me costó trabajo meterme en la trama pero después de una hora y cuarto, no le encontré sentido, estaba incómoda y me estaba durmiendo al punto en que imaginé estar en mi cama. Debí meterme a otra sala. Por lo menos no regresé a dormir temprano, porque estar en mi casa se presta para no hacer nada y tirarme en la cama o en el sillón a ver la tele y justo ahora necesito hacer todo lo contrario, distraer la mente para no caer en pensamientos obsesivos o dolorosos. Quiero evitar caer en mis mecanismos mentales de siempre, lo cual no significa que esté buscando la evasión, pues he llegado a un punto en que nada es lo suficientemente fuerte como para ayudarme a evadir lo que siento. No busco reforzar la tristeza, pero sí me permito sentirla cuando llega. Es inevitable, pero también es lo más sano. Me imagino flotando en el mar, sintiendo cada ola que pasa por mi cuerpo y nadando con la corriente hasta donde veo tierra firme. De regreso a mi casa escuché el nuevo de Cerati. No todas me gustaron, pero en especial hay una que me encantó, se me hizo linda hasta que caí en cuenta de que el principio es igual a la canción de Satellite of Love o tal vez es mi mente torcida. Debería darle una segunda oportunidad a Import/Export, como lo hice con el disco de Cerati, escucharlo varias veces hasta asimilarlo y saber si realmente me gusta o no.
2 comentarios:
Eso, las segundas oportunidades.
Y terceras, y cuartas...
Publicar un comentario