-Foto: MoMA. El único insecto que me gusta.
14 de junio de 2009
Mi relación con los insectos
La temporada de calor, y no estoy segura si de lluvias, trajo a mi cuarto a más de cinco mosquitos por noche. Mi solución era taparme hasta la cabeza, pero el horno de las colchas no me dejaba dormir. Ahora, con enojo, me levanto para buscarlos hasta el último rincón y aplastarlos. No soy Greenpeace, pero no debería matar insectos sólo porque se esconden en mi baño, porque caminan junto a mi cama o porque vuelan sobre mis pies. Aunque son físicamente repugnantes, por algo están aquí y no creo que para molestar. De niña me sentía culpable, me sentía asesina, y rezaba para pedir perdón por las hormigas que pisaba. Es que de niña jugaba a seguir caminitos de insectos y cambiar de lugar a los caracoles que se desviaban del jardín. Qué pasaría si recuperáramos un poco de inocencia o de infancia. Seguramente yo no hubiera hecho algunas cosas de las que ahora me arrepiento, y no hablo de aniquilar arañas, cortar lombrices o hacer girar cochinillas antes de comprobar que sí producen el color rojo.
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