Desde que vi El curioso caso de Benjamin Button tuve ganas de postear, pero, sinceramente, no encontré qué decir. A más de una semana de haberla visto, aún no estoy segura de si me gustó o no. Tal vez y, como todo, me gustó por partes. Lo que sí puedo asegurar con firmeza es lo que me molesta: la fijación que todas (o la mayoría de) las películas de Hollywood tienen, por explicar lo que se entiende por sí solo, sin necesidad de clichés ni de frases sacadas de libros de autoayuda, como: "Ninguno de nosotros es perfecto para siempre", "Algunas cosas nunca las olvidas", "Nunca sabes lo que te sucederá", "La vida no se mide en minutos, se mide en momentos". Sí, nuestra filosofía popular; a veces obvia e inútil, a veces sabia o práctica.
¿Qué me hizo pensar la película? Hemos deseado tomar a la pareja en brazos, como si fuera un bebé al cual proteger. No sé si sea nuestro instinto maternal o un trastorno que Sigmund Freud tuvo a bien describir a lo largo de varios tomos.
El final resultará hermoso y tierno para algunos (aquellos que comentarán que el maquillaje no tiene madre); para mí, sólo fue una tétrica escena de horror.
2 comentarios:
hey Gina.... no sabia que tienes un blog. Me ha gustado leerlo. Gracias por el comment en el mio. beso.
Sí sí, lo estrené hace un mes... Qué bien que te gustó, lo mismo opino del tuyo.
Publicar un comentario