Se defiende con las uñas del gato. Me jala de las patas de cangrejo a las tuberías oscuras del anonimato y las plagas de la escoria laboral autómata, uniforme; prescindible aunque detestable. Su puesto grabado en tarjeta de presentación con traje sastre incluido. Toma el cursor y aplasta, uno a uno, a quienes se atreven a tocar la superficie del pozo. Mientras tanto, que los hijos de los hijos de los hijos se críen con la mujer de los casos de la vida real.
29 de octubre de 2010
28 de octubre de 2010
Despedida capilar
Sentí el impulso de cortarme el pelo. Lo sabía desde que salí de la oficina con las tijeras en la mano. Las llaves y las tijeras. Una escala para tomar dos cubas con Tatiana y regresar a casa al espejo del baño y dejar caer los pelos enredados y semi húmedos al abismo. Unos tocaban el lavabo y otros llegaban hasta el suelo. Con cada mechón que soltaba, se iba un peso de los hombros. Al fin descubrí la cara cubierta de descuido. Terminado el ritual, me gusté mucho y, a pesar de la hora, tuve un poco de energía para cubrir de rojo uña por uña. No hay ocasión especial programada, sólo la luz artificial de la oficina y una junta de trabajo donde esperarán a quien jamás regresará, de lo contrario habría que buscarla en la coladera por la que se escurrió junto con sus pelos largos y opacos.
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